La familia Buj, con Angel en la cocina, da vida a este local de diseño sobrio y tradicional y de trato agradable.
Destacan sus elaboraciones sencillas, resueltas con gran eficacia, y apoyadas en una materia prima muy bien seleccionada.
No disponen de menú degustación, pero fácilmente podrán lucirse si el comensal escoge algunos platos para compartir, como sus magníficas cebollitas rebozadas (¡qué grandes rebozados!), unas de las mejores anchoas de la ciudad, sus excelentes gambas frescas a la plancha, el foie casero o la fritura de pescados de temporada.
Entre los clásicos sobresalen sus canelones rossini (un grande, olvidado por muchos restaurantes actuales), el lenguado relleno de setas o el solomillo a la salsa de anchoas.
Bodega clásica -quizás se agradecería alguna referencia más actual-, a precios contenidos.
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