Lo primero que llama la atención al entrar al Osmosis es el ambiente relajado que se respira en el local. Elegante, decorado en tonos crudos y maderas, con iluminación generosa pero no excesiva, ofrece una buena separación entre mesas que permite disfrutar de la conversación íntima tanto como del aspecto culinario.
En este sentido, Frederic Fernández elabora una carta de dimensiones moderadas con numerosas reminiscencias de la cocina catalana que, en la gran mayoría de propuestas, ha renovado con un acierto notable.
Enorme el foie poêlé con espinacas, reducción de PX y anís estrellado, aunque también mención especial para la ensalada de ventresca con tomate raf (junto a la del restaurante Igueldo, la mejor en su estilo), la lubina con 'trinxat' de butifarra de perol y jugo de asado, un tierno cordero con ajos confitados, o un gran mar y montaña como las gambas con cap-i-pota.
Disponen de menú de mediodía por poco más de 20 euros (muy completo, con 2 entrantes, pescado, carne y postre), un menú degustación nocturno, que roza los 50 euros, y algunos menús para grupos (de precio algo elevado), que pueden disfrutarse en algunos reservados del local.
Buena selección de bodega, con unas 100 referencias entre vinos, licores y aguardientes, y que destaca por su perfil moderno, incluyendo las referencias más actuales de un buen número de denominaciones (sólo se le podría pedir asumir algún riesgo más en los champagnes).
Servicio profesional y muy amable, que de vez en cuando se contagia de la tranquilidad del local.
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